Yo vivía en el fin del mundo y vi extinguirse una raza de dioses

por | 27 febrero, 2011

 

 

Cuando era niño vivía en el fin del mundo y pude asistir a la extinción de una raza de dioses.

En la casa de mis padres acababa Madrid. Literalmente. Un portal más allá se extendía trigales y cebadas hasta donde intuíamos que debía estar Valencia. Unas lagunas a muchos kilómetros y unos polvorines donde hacía unos cuantos años muchos hombres se habían quitado la vida por palabras e ideas.

La impresión que a uno le causaba aquello era lúdica. Nada más. El introducirse entre los trigales, aplastando espigas y formando laberintos era la forma de divertirse. Se cruzaban de forma inverosímil, y de vez en cuando, en medio de aquel galimatías, creábamos un círculo donde sentarnos y conspirar contra los rivales, que por supuesto eran otros mocosos con las mismas intenciones. En aquella guerra táctica sólo se respetaba una cosa. Los centauros. Como dije, yo les vi desaparecer.

Los centauros eran los guardas de la siembra. Montados a caballo, con un gorro de ala ancha y una bandolera que les cruzaba la chaqueta verde, con un escudo que brillaba y les delataba y que nunca supimos bien que ponía, patrullaban entre los trigales. Llevaban una corneta, y aquel toque, para nada sutil, era el comienzo de la estampida de decenas de críos por aquellos laberintos.

Pero los centauros jugaban con ventaja. Desde su posición alta veían mover aquella masa de enanos, cargaban una escopeta con salvas de sal, y nos crujían. Castigaban nuestro atrevimiento solo como los dioses saben hacerlo. Una descarga de aquello significaba 3 o 4 días en los que uno no podía sentarse. Les teníamos tanto terror como fascinación.

Cuando Madrid, o algún señor constructor, decidió que aquel edén debía desaparecer, y los críos dejar de criarse entre cereales, comprender y conocer las estaciones y la ciencia de la caza de grillos, con meada incluida para que el cantarín apareciera, los centauros se extinguieron.

Hace unos cuantos días pude ver a uno de ellos. Pero ferozmente mutilado. No tenía equino, ni bandolera, ni escudo. Apoyaba ambos brazos en la barra de un bar, y meditaba. Quiero creer que él también añoraba esos días en ese momento y los recordaba.

No me pareció tan fiero sino más bien triste. Yo le entiendo. Los tiempos de los héroes y semidioses se extinguieron, y ahora ya solo aparecen en forma de monigotes musculosos en algo que llaman consolas. ¡Qué sabrán ellos de eso!, pienso.

Yo vivía en el fin del mundo y vi extinguirse a los dioses.

6 pensamientos en “Yo vivía en el fin del mundo y vi extinguirse una raza de dioses

  1. Javier

    Los tiempos cambian amigo y, lamentablemente, nos separan cada día más de nuestra infancia y de la tierra, sobre la que aprendimos a vivir en una simbiosis casi perfecta con nuestro entorno.

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  2. Elennim

    La carne de gallina…
    Me encanta cómo cuentas estas cosas, aunque sean “tristes”; a mí también me habría gustado tener esa experiencia.

    Un saludo 🙂

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  3. Sakara

    Exelente publicacion es la primera vez que visito este blog y me facino la primera lectura que hice checare todo lo demas. salu2

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  4. fran-@arroes1

    Precioso y emotivo artículo Madrigal. Veo que tenemos más cosas en común de las que yo pensaba pues también me crié en una pedanía limítrofe con la urbe.
    Salvando las enormes diferencias entre Madrid y Gijón, tu “mundillo” y el mio, según cuentas, fué el mismo solamente con sustituir el trigo y la cebada por maiz y “praos”.

    Me he sentido muy identificado Madrigal.
    Gracias por todo, como siempre.
    Un saludo.

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