Buscando la conversación habían llegado al silencio más absoluto. Todo, hasta entonces, se había desarrollado normalmente. En turnos. Yo hablo, tú escuchas, yo escucho y tú hablas.
Pero cada vez los turnos se hicieron más cortos. Hasta que practicamente ya no hubo intermedios, ni descansos, ni pausa.
De tanto hablar, tanto escuchar, tanto preguntar y tanto responder llegó un momento que las dos voces se fundieron, y se fueron transformando en eso. Ya no decían nada. Lo decían todo.
Un silencio.
Absoluto.
Post data
Quizás compartir cultura tal como se entiende estos días, este bien, pero les aseguro que intentar crearla es mucho mejor. Aunque sea tan penoso como eso que hay escrito arriba. Es mío, y yo lo regalo. Eso, en mi modesta opinión, es compartir cultura. Lo otro, quizás.
Saludos
Lo otro amigo mío ‘no’ es compartir, sino distribuir.