Buenas
Si fuera un inversor, o un acreedor que ya tenemos unos cuantos, seguramente vería España con otros ojos.
La España que consiguió retirar de su trabajo a un juez por investigar injusticias de forma tan burda como interesada. La de los gobiernos de comunidades autónomas que no se forman con diputados que se ausentan sin volver a saber nada de ellos. La de un corrupto saliendo de la cárcel en menos de 3 años cruzándose con otros reos muchos menores de entrada. O de un presidente de otra comunidad camino de una iglesia dónde besar a una virgen por el favor concedido estirándose eso sí su flamante traje. La de los miembros del poder judicial de parranda a costa de los impuestos. La de los aeropuertos vacios, las obras sin mantenimiento y falta de colegios. La de un país en ruina con la liga de fútbol más cara del mundo. La que saca pecho y alardea a voces en el bar de su última faena cuando fue a pedir para comer. La del ladrillo y el expolio. Esa España. La que discute si es bueno o malo pitar, fumar porros y escribir su malestar en una red social. La de las peras y manzanas donde todas las palabras son importantes menos uno, verdad. La del sinsentido permanente. Esa España.
Pero no lo soy. Soy un español más, o uno que vive aquí, como lo quieran ver y aún viendo todo eso que he relatado y más les pido, a los inversores, que observen un poco más allá. No todo es eso. Somos otra cosa, o al menos eso quiero creer. Les pido que recuerden que fuimos capaces de organizar los mejores juegos olímpicos de la historia, por si les gusta el deporte. O que fueron miles de ciudadanos desinteresadamente los que fueron a recoger gasóleo y chapapote con sus manos y limpiar una costa herida de muerte, si sienten predilección por el medio ambiente, señores inversores. O por no cansarles recordarles que fueron españoles anónimos, y no esos que ven todos los días en los telediarios, que para desgracia nuestra son nuestros dirigentes, los que recogimos a nuestros hijos, amigos, vecinos y desconocidos, de entre amasijos de hierros y raíles, destrozados ellos y toda España, por decisiones erróneas de otros, y no de los que las sufrimos. Dando ejemplo de civismo, solidaridad y respeto. Como siempre que sufrimos un desastre. Siguiendo adelante.
Y eso, también es España, señores inversores. Piensen en ello. No nos castiguen tanto. Ya tenemos bastante con lo nuestro, y creo que ustedes también. Saludos y disculpen, pero lo tenía que decir.