El bar había cerrado y los parroquianos se habían ido hacia una hora.
Todos excepto el tipo que seguía insertando moneda tras moneda, seleccionando la misma canción una y otra vez de la jukebox.
El dueño terminó de acomodar las banquetas una sobre otra. E incluso lo hizo recreándose de forma que quedaran perfectamente alineadas. Simétricamente. Si uno las observaba bien daban ganas de sentarse en el techo y pedir una copa.
-¿Le queda mucho?, preguntó al embelesado oyente
Quiso detectar el brillo en los ojos de su interlocutor. Ese brillo que indica que se ha sobrepasado los límites con el alcohol. Pero recordó que en toda la noche apenas le sirvió una cerveza, y que el buen hombre no se había despegado de la máquina. El amante de la música se giró. Le miró. Rebuscó entre los bolsillos. Los sacó del pantalón, y los agitó. Nada. No quedaba ya nada.
– Creo que es la última.
– ¿Por qué toda la noche con la misma canción?
El oyente le miró con cara de asombro.
– ¿Por qué? ¿Usted no tiene alguna canción que le recuerde algo en especial?
Y se acordó de aquellas canciones de sus primeras fiestas, la que sonaba un día de un beso furtivo, el himno de su equipo de fútbol, la banda de su pueblo desafinando en fiestas, la de la radio cuando nació su primer hijo, la de la sintonía del programa de televisión con la que hacía sueño después del trabajo, la de…
– ¿Qué?, ¿tiene o no tiene? , le volvió a preguntar el oyente sacándole de su meditación
– Claro, como todo el mundo.
– Pues eso quiero yo, tener una. Hoy no ha sido ni un buen día, ni uno malo. Así que me he dicho que para la gran mayoría de días que me toque vivir voy a tener una canción. Así si un día es muy malo, la recordaré y diré que es la de los tiempos mejores, y me alegraré. Si el día es bueno, diré que esta es de los malos tiempos, y con ese recuerdo no me dejare llevar por la euforia.
El barman lo observó, se dirigió a la caja registradora, sacó una moneda, sirvió dos copas, introdujo la moneda en la máquina musical, y tarareo la melodía que llevaba escuchando toda la noche.
– Tome, esta invita la casa, ¿cómo dijo que se llamaba esta canción?