Creo que no soy el único de mi generación de los que teníamos marcado como un hito el año 2.000. Contemplábamos el futuro con expectación, incluso con prisa. “Cuándo llegue el año 2000 ya veréis”.., decíamos. Tantos avances, tanta tecnología, tantos descubrimientos. Aquello será el nirvana.
Y llegó el milenio y nos pasó por encima como un tsunami. Lo peor no fue eso, sino que la ola nos arrastró muchos años atrás dejándonos tan sorprendidos como desesperanzados. ¿Qué ha ocurrido? . El cuento de la lechera , eso ha ocurrido. O el despiste del marinero novato que pierde un momento su atención sobre la mar, se confía y lo paga.
Uno esperaba , e insisto que no creo que sea el único, que al llegar a los casi 50 años que tengo nos estaríamos ocupando de nuestra casa en el campo, nuestro Audi y ver a nuestros críos como prosperaban y se preparaban para nuestro relevo en lo laboral mientras veíamos disfrutar a nuestros padres de todo ese remanso de paz, con sus días también asegurados.
La bofetada de realidad de lo que estamos viviendo ahora, lo llamen crisis, fin de ciclo, cambio del sistema o lo que quieran llamarlo ha sido tan grande que estamos noqueados. Perdidos. Confusos. Nada ha salido como esperábamos y vemos como los que vienen detrás todavía lo tendrán más difícil, si no lo remediamos.
Debemos tomar aire y no resignarnos. Levantarnos del suelo, coger las herramientas y solucionarlo. Porque nos jugamos mucho y mucha gente depende de ello. Debemos seguir tirando del carro y postergar aquel idílico cambio de milenio que nos imaginábamos para más tarde. En ello andamos.
Hoy cumplo 48 años y no he aprendido nada sobre como conseguirlo, pero les aseguro que lo seguiré intentando.
Saludos